Leo Garzón
A un niño interior.
Un niño crece
en la hondura de sus juegos.
Metales preciosos forjados de palabras,
tímido lustre acabado
de luces aterciopeladas
como un dulce retrato del tiempo.
Un niño crece
a la intemperie casi siniestra
de los moldes prefigurados
que roban su elemento
y la dicha de sus fantasías.
Un niño crece
aquí
en otro cuarto
en esta misma casa
enmascarado de libros y de antiguas músicas
de saberes ocultos y heredados por sus ancestros
para que pudiera ser libre
corporal y espiritualmente
guiándose así con cierta lucidez
durante el transcurso de este efímero juego.
Un niño crece
bajo solares praderas imperceptibles
en un mundo oculto
sin necesidad de profanar la sed eterna de crecimiento
y su mágico misterio.
Mensaje a los de nuestra especie
A Rimbaud
Mi malsana iracunda y turbulenta especie se ha recluido por urgencia y temor a la “muerte”. Entre muros de ladrillos y cementos; viejos cristales apelmazados y preciosas jaulas abarrotadas de soledades virtuales. Desesperanzados o con esperanza bajo una espera condescendiente de infundida paranoia… ¡Ya es tiempo de calmar el sinsentido que otorga el vivir de esta manera! Un paso más allá perdura la eterna posibilidad de elegir el mejor camino y salir para siempre de toda esta reclusión ejecutada, sin azar, en razón del adoctrinamiento.
Búsqueda en la infancia
Retorna a tu infancia.
El resto es pura fruslería.
Búscate entre los recovecos de un viejo patio
donde niños sin edad trepan hermosos árboles llenos de frutos.
Tal vez te encuentres allí.
¿Quién lo sabe?
Sus miradas lejanas aplacadas por las luces del horizonte
tal vez te estén buscando.
Tal vez sus ojos destinos llenos de duendes y fantasmas
consigan abrir esos viejos portales sin tiempo
de ilusiones que creías perdidas
y que seguramente ya olvidaste.
¿Quién lo sabe?
No es tarea sencilla abandonarse
al curso rutinario de los días y los relojes
renunciado a los colores y a los sonidos primigenios
de sus tardes infinitas.
No, no es sencillo.
Todos lo saben
Perderse en esas imágenes para siempre
quizás sea la única forma de encontrarse.
Cargarse de inocencia
y armarse uno mismo de fabulas risueñas
quizás sea el antídoto predilecto
para ir creciendo sin perdernos.
No lo sé.
No pretendo que creas en mí
sino en estos versos
que de antaño nacieron
en una infancia que inevitablemente recreo
para no apartarme de su luz y su fulgor infinito
que de vez en cuando
muestran su verdadero y único rostro.
Mundo virtual
Debajo del gran vidrio se pierde la esencia,
lo sustancial, lo que alguna vez tuvo forma,
lo que creamos a través del día a día.
Debajo del gran vidrio las imágenes arrancan lo poco que habitamos
y todo se transforma en el vago reflejo de un atroz espejismo,
de desgastadas máscaras que juegan a confundirnos.
Debajo del gran vidrio, la felicidad y la desdicha se multiplican,
y al instante la palabra se banaliza.
En los pasillos, los secretos, los pensamientos
y las intenciones se muestran sin el filtro de quienes las entregan.
Debajo del gran vidrio vaga la voz sin nombre,
la que se enreda con su propia lengua,
la que no tiene norte y que para sobrevivir,
debe apoyarse en brújulas ajenas.
Debajo del gran vidrio está lo que nos pertenece,
la calle, el encuentro, el mate, el café, la cerveza,
la antigua hermandad de los hombres y las mujeres.
Debajo del gran vidrio todavía existe alguien
con la fuerza y valentía de romperlo todo para siempre
y recuperar entre los cristales y la sangre,
lo REAL .
(Poema publicado en Poemario “Fuego Azul”)
Leonardo Garzón
Mi nombre es Leonardo José Garzón. Nací el 25 de junio de 1990 en la ciudad de San Salvador de Jujuy. Ese año fue muy importante para la difusión de la música y sobre todo para la industria del “pop”. Tuve una grata infancia y fue allí donde se despertó mi amor por la lectura y los libros que hasta el día sigue intacto. Soy del signo de cáncer, pero en el maya soy “espejo rítmico blanco”. Mi planeta (satélite) regente es la luna. Estudio literatura. Soy un tanto melómano gracias a los Beatles. Me gusta leer a autores como Pessoa, Spinetta, Borges. Aprendí a anotar sueños, a degustar un buen mate con menta y a saborear un café sin azucar. El año pasado (gracias al apoyo de un amigo y compañera de días) publiqué un poemario titulado: “Fuego Azul”. Medito, hago yoga y soy de usar piedras protectoras para cuidarme a mí y a los que me rodean.